El
siglo XXI, que ofrecerá recursos sin precedentes tanto a la circulación y al
almacenamiento de informaciones como a la comunicación, planteará a la
educación una doble exigencia que, a primera vista, puede parecer casi
contradictoria: la educación deberá transmitir, masiva y eficazmente, un
volumen cada vez mayor de conocimientos teóricos y técnicos evolutivos,
adaptados a la civilización cognoscitiva, porque son las bases de las
competencias del futuro. Con esas perspectivas se ha vuelto imposible, y hasta
inadecuado, responder de manera puramente cuantitativa a la insaciable demanda
de educación, que entraña un bagaje escolar cada vez más voluminoso. Para
cumplir el conjunto de las misiones que les son propias, la educación debe
estructurarse en torno a cuatro aprendizajes fundamentales que en el transcurso
de la vida serán para cada persona, en cierto sentido, los pilares del
conocimiento: aprender a conocer, es decir, adquirir los instrumentos de la
comprensión; aprender a hacer, para poder influir sobre el propio entorno;
aprender a vivir juntos, para participar y cooperar con los demás en todas las
actividades humanas; por ultimo, aprender a ser, un proceso fundamental que
recoge elementos de los tres anteriores. Pues bien, la comisión estima que, en
cualquier sistema de enseñanza estructurado, cada uno de esos cuatro “pilares
del conocimiento” debe recibir una atención equivalente a fin de que la
educación sea para el ser humano, en su calidad de persona y de miembro de la
sociedad, una experiencia global y que dure toda la vida en los planos
cognoscitivos y practico.
Aprender a conocer
Este
tipo de aprendizaje, que tiende menos a la adquisición de conocimientos
clasificados y codificados que al dominio de los instrumentos mismos del saber,
puede considerarse ala vez medio y finalidad de la vida humana.
Aprender
para conocer supone, en primer termino, aprender a aprender, ejercitando la
atención, la memoria y el pensamiento. Este aprendizaje de la atención puede
adoptar formas diversas y sacar provecho
de múltiples ocasiones de la vida (juegos, visitas a empresas, viajes, trabajos
prácticos, asignaturas científicas, etc.).El proceso de adquisición del
conocimiento no concluye nunca y puede nutrirse de todo tipo de experiencias.
Aprender a hacer
Aprender
a conocer y aprender a hacer son, en gran medida, indisociables. Por lo demás,
el futuro de esas economías esta suspendido a su capacidad de transformar el
progreso de los conocimientos e innovaciones generadoras de nuevos empleos y
empresas. Este incremento general de los niveles de calificación exigidos tiene
varios orígenes. Con respecto a los operarios,
la yuxtaposición de las tareas obligadas y del trabajo fragmentado sede
ante una organización “colectivos de trabajo” o “grupos de proyecto”, siguiendo las practicas de las empresas
japonesas: una especie de taylorismo al revés; los desempleados dejan de ser
intercambiables y las tareas se personalizan. El desarrollo de las actividades
de servicios tiende a acentuar esta tendencia.
¾La “desmaterialización” del trabajo y las
actividades de servicios en el sector asalariado.
Podemos
citar ejemplos tanto en el sector comercial (peritajes de todo tipo, servicios
de supervisión o de asesoramiento tecnológico, servicios financieros, contables
o administrativos) que proliferan nutriéndose de la creciente complejidad de
las economías, como la del sector no comercial más tradicional (servicios
sociales, de enseñanza, de sanidad, etc.). El desarrollo de los servicios
obliga, pues, a cultivar cualidades humanas que las formaciones tradicionales
no siempre inculcan y que corresponden a la capacidad de establecer relaciones
estables y eficaces entre las personas.
¾El trabajo en la economía no
estructurada
En
las economías en desarrollo donde la actividad asalariada no predomina, el
trabajo es de naturaleza muy distinta. Hablando con propiedad, no existen
ninguna función referencial laboral; los conocimientos técnicos suelen ser de
tipo tradicional. A menudo, se trata de adquirir a la vez una calificación
social y una formación profesional.
Se
plantea entonces una pregunta común a los países, desarrollados y en
desarrollo: ¿Cómo aprender a comportarse eficazmente en una situación de
incertidumbre, como participar en la creación del futuro?
Aprender a vivir juntos, aprender a vivir con los
demás
Sin
duda, este aprendizaje constituye una de las principales empresas de la
educación contemporánea. Hasta el momento, la educación no ha podido hacer
mucho para modificar esta situación. Parecería entonces adecuado dar a la
educación dos orientaciones complementarias.
¾El
descubrimiento del otro
La
educación tiene una doble misión: enseñar la diversidad de la especie humana y
contribuir a una toma de coincidencia de las semejanzas y la interdependencia
entre todos los seres humanos. Desde la primera infancia, la escuela debe,
pues, aprovechar todas las oportunidades que se presenten para esa doble
enseñanza. El fomento de esta actitud de empatía en la escuela era fecundo para
los comportamientos sociales a lo largo de la vida. Al olvidar que son modelos
para los jóvenes, su actitud puede atentar de manera permanente contra la
capacidad de sus alumnos de aceptar la alteridad y hacer frente a las
inevitables tensiones entres seres humanos, grupos y naciones. Además, en la
practica escolar cotidiana, la participación de lo profesores y alumnos en proyectos comunes pueden engendrar
el aprendizaje de un método de solución de conflictos y ser una referencia para
la vida futura de los jóvenes, enriqueciendo al mismo tiempo la relación entre
educadores y educandos.
Aprender a ser
Desde
su primera reunión, la comisión ha reafirmado enérgicamente un principio
fundamental: la educación debe contribuir al desarrollo global de cada persona:
cuerpo y mente, inteligencia, sensibilidad, sentido estético, responsabilidad
individual, espiritualidad. En un mundo en permanente cambio uno de cuyos
motores principales parece ser la innovación tanto social como económica, hay
que conceder un lugar especial a la imaginación y a la creatividad;
manifestaciones por excelencia de la libertad humana, pueden verse amenazadas
por cierta normalización de la conducta
individual. Así pues, la Comisión hace plenamente suyo el postulado del informe
aprender a ser “... Huelga decir que los cuatro pilares de la educación que
acabamos de describir no pueden limitarse a una etapa de la vida o a un solo
lugar.
Pistas y recomendaciones
La
educación a lo largo de la vida se basa en cuatro pilares: aprender a conocer,
aprender a hacer, aprender a vivir juntos, aprender a ser.
Aprender
a conocer, combinando una cultura general suficientemente amplia con la
posibilidad de profundizar los conocimientos en un pequeño número de materias. Lo
que supone además: aprender a aprender para poder aprovechar las posibilidades
que ofrece la educación a lo largo de la vida.
Pero,
también, aprender a hacer en el marco de
las distintas experiencias sociales o de trabajo que se ofrecen a los jóvenes y
adolescentes bien espontáneamente a causa del contexto social o nacional, bien
formalmente gracias al desarrollo de la enseñanza por alternancia.
Con
tal fin, no menos preciar en la educación ninguna de las posibilidades de cada
individuo: memoria, razonamiento, sentido estético, capacidades físicas,
aptitudes para comunicar...
·
Mientras los sistemas educativos formales propenden a dar prioridad a
la adquisición de conocimientos, en detrimento de otras formas de aprendizaje,
importa concebir la educación como un todo.
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